
Esa sensación que no aloca ni provoca, no atonta pero recorre la garganta y tu cuellito como hormiguitas hambrientas. Algo falta, algo sobra, algo inquieta. Algo no anda bien, otras cosas andan mucho mejor pero hay un vacío repleto de no saberes. Quizás falta tiempo, organización, impulsos, cariños o quizás simplemente basta cerrar los ojos y respirar profundamente o escuchar un son nostálgico con armónicas, tompes y guitarras.
Tampoco hay que obviar posibilidades, cabidas, quizás como a las flores se le caen los pétalos, a los arboles las hojas en otoño, quizás aquí algo sobra, llego la hora de cosechar en el huerto y sembrar nuevas frutas y verduras, tampoco hay que obviar que puede ser que en la aldea inquieta por temblores y cuervos revoloteando en círculos por el cielo y gaviotas inquietas arrancando de los vientos, puede que algo sobre, las inquietudes, las cejas torcidas o las palabras oscuras, los pensamientos confusos o las pérdidas de tiempo.
En la aldea algo falta y sobra, sobra o falta pero siempre se sigue, sembrando y cosechando, por eso la aldea es tan noble.
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