
Mi rabia no es para el mundo ni paras las sonrisas, no es contra los que sueñan y confían, sino para los que traicionan y mienten.
Mi rabia es a los cuentos a las películas felices y a los bufones de mentira. Mi rabia no es banal ni superflua, es consiente y concreta. Repudio el cinismo, las mentiras, el teatro, los guiones y sus actrices. En la vida hay matices y lombrices, lombrices disfrazadas de mariposas, sí, algo así como el lobo y la oveja. Mi odio es a las verdades mal contadas, a las envidias infundadas y calumnias despilfarradas, a un blanco injusto, colorido y entregado.
Mi enojo es contra las risas falas, miradas desorientadas, historias desafinadas y novelas mal pauteadas, al llanto de papel, de ceniza, de espuma, de humo y se evapora. Mi enojo es para las risas chillonas, a las palabras sin consecuencia, a escupitajos gratuitos, a mentes frágiles que no lloran y olvidan rápido, muy rápido, a las fotos montadas, abrazos exacerbados y a los libros desteñidos.
Hay pesares en mi cuerpo, hay manchas en mi conciencia y temores desdichados, desparramados. Mi risa es condicionada, desconfiada, tristona por el día, por la noche y los reproches.
Mi rabia es para los que hicieron de mi una mujer sucia, corazón apretado, recuerdos olvidados y cariño condicionado.
{P.A}
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